viernes, 1 de agosto de 2008

El triduo de la preocupación (II)


Como hacía constar en mi entrada de ayer y por los motivos que exponía, la noche del 31 de Julio de 1946 al siguiente 1º de agosto, la pase totalmente en blanco. Cavilando acerca de la suerte que pudiera correr al día siguiente y cuyos resultados a estas cavilaciones, ninguno de ellos se me aparecía favorable, llegó el toque de diana antes del cual nadie podía levantarse. La primera idea que se me vino a mente cuando comenzó a sonar el toque de la corneta, fue el de que donde me encontraría en la diana del próximo día, 2 de agosto. Pese a que no soy de condición pesimista, sino todo lo contrario, lo mejor que pensaba acerca de la suerte que podía correr, era el de que después de que me hubieran lanzado alguna lindeza por mi osadía, fuera la de que volviera a mi Regimiento. Esta determinación la hubiera firmado desde el primer momento en que me dieron la noticia de mi destino.

Una vez aseado y tomar el desayuno, un cazo de agua un tanto teñida de color pardusco con el añadido de un pequeño mendrugo de pan reservado en la cena anterior, volví a la Batería donde tomando mi maleta comenzaba mi viaje hacia lo desconocido, en cuanto a los resultados que de ello se pudieran derivar.

Desde el acuartelamiento hasta la primera parada del tranvía denominada Guadaira y que distaba del cuartel algo más de un kilómetro, lo hice -como es natural- a patita. En Guadaira cogí dicho medio de transporte hasta la parada de La Pasarela. Descendí del vehículo y a medida que cruzaba el Prado de San Sebastián, donde entonces se ponían las casetas de la feria de Abril, mi cerebro al ritmo que lo hacían los latidos del corazón, no era capaz de coordinar las razones que habría de exponer cuando me pidieran explicaciones de porqué había solicitado un destino para el cual no me encontraba capacitado.

Por fin llego a la Plaza de España, por su parte posterior donde tenían su entrada la mayoría de los departamentos correspondientes a la Capitanía General de la II Región Militar. Me dirigí, previo a ser informado a mi petición, a la Compañía de destinos. Solicitada y concedida la venía, paso al despacho del Brigada que estaba a cargo de la oficina, el cual se hallaba escribiendo a máquina, circunstancia que para mí era el no va más de la capacitación. Con su mano derecha me hizo una indicación de que esperara un momento para ser atendido. Aquel momento hubiere deseado yo que fuera eterno, pero no, llegó enseguida. Me pregunta el motivo de mi presentación, contestándole que iba destinado a Capitanía como...... y me costó Dios y ayuda para decir "mecanógrafo". "¿A qué negociado u oficina vienes?" "Pues no lo sé, mi Brigada, no me lo han dicho en mi Regimiento". A la vista de mi contestación negativa, hizo varias llamadas a teléfonos interiores preguntando si esperaban la incorporación de un Soldado mecanógrafo, y al contestarles en sentido negativo, se queda mirándome fijamente y me dice: "Vete a tu Regimiento, que te digan por que Dependencia has sido solicitado y vuelves mañana".

Ante la determinación del Brigada, un profundo respiro de alivio salió de mi cuerpo que no parecía sino que se había prorrogado mi ejecución por veinticuatro horas.

Mi vuelta la hacía mas alegre que lo fue la ida. Llegué al Regimiento y sin reparar que eran los últimos recursos que me quedaban, me fui a la Cantina y me tomé una cerveza fresquita, con lo qué, si por una parte me refrescaron mi reseca garganta y mi sudoroso cuerpo, dejaron totalmente esquilmados mis ahorros que al día siguiente me iban a ser necesarios para pagar cuando menos el billete del tranvía. Pero en fin tenía bastantes horas por delante y a tratar de serenarme un tanto y procurar preparar mi defensa, para el juicio que al siguiente día seguramente se me iba a realizar.

Quizá, los familiares mas allegados, únicos de los que suelen entrar en mis bloges, estaréis deseando que termine de una vez de exponer el resultado final de esta extraña aventura, pero como cito en los títulos de ayer y de hoy, era un triduo y ese triduo termina mañana. Así como es mi filosofía: "Mañana será otro día y verá el tuerto los espárragos".

1 comentario:

bonhamled dijo...

Interesante. Un poco de pensamiento.