martes, 25 de febrero de 2014

Solo recordarlo




Hoy se cumplen 55 años del fallecimiento de mi padre. Murió el día de su cumpleaños y de su onomástica. Contaba 61 años de edad, casi 28 menos de los que yo tengo ahora. Era la primera muerte que me partía el alma. Por ley de vida, posteriormente se han ido produciendo otras, quizás mas de la cuenta, que hasta llegaron a superar aquel dolor.

Como en otros años, y precisamente el pasado, tal día como hoy, hice una larga exposición de tal efemérides, en la de esta fecha, lo hago solo para traerlo al recuerdo y desear que Dios lo tengo en su santa Gloria, en compañía de todos los que le siguieron. Que así sea.

domingo, 23 de febrero de 2014

En recuerdo de un viaje



En dos circunstancias observadas durante mi cotidiano paseo matinal de hoy,  me han traído al recuerdo uno de mis viajes en compañía de mi mujer y mis hijos, y que en nosotros era lo normal, detalle éste, que cuando pase a relatarlo podréis observar como no todo el mundo solía hacerlo así.
    
La primera de las circunstancias a que me refiero, es que en la terraza de un bar, o para mejor decir, sobre la acera en que suele colocar sus sillas y mesas, se hallaban desayunando no menos de cuarenta personas, que sin que que se precise tener vista de lince, puedo asegurar que era una expedición de viaje del Imserso, y, este es un detalle, que en el mismo establecimiento, sin que en sus inmediaciones se halle ninguna estación de autobuses, ni por descontado tampoco de ferrocarril, casi siempre que he realizado ese itinerario, son muchas las veces que  se ha dado esa coincidencia. No encuentro su explicación, pero alguna tendrá.
    
El segundo de los detalles, ha sido que unos metros mas adelante, observé como un coche, que por su matrícula, debía de ser cuando menos de mi "quinta", ostentaba un cartel de "SE VENDE". En esta ocasión, aparte de que como decía el torero "El Guerra", hay gente pá tó, y su propietario debe ser un iluso si espera que alguien se moleste siquiera en preguntarle cuanto vale, me vino al recuerdo de cuando hace cuarenta y cuatro años, yo, como cito anteriormente, con mi familia y mi primer coche, hacíamos nuestros viajes. Pondré uno como ejemplo.
      
Me encontraba destinado en Velez-Málaga, que dista de Málaga unos veinte kilómetros,  y marchábamos a mi pueblo, Villaharta, que la distancia total a recorrer serían casi justos, unos 250 kilómetros. Yo siempre he sostenido que cuando se realiza un viaje, que no se hace todos los días, es una circunstancia especial y por tanto, lo primero que hay que hacer es madrugar y no levantarse a la hora cotidiana del día a día. Pues bien, cuando las primeras claras del día hacían su aparición, nosotros iniciábamos nuestro caminar, y para que sepáis la clase de conductor que yo era, y mi entusiasmo por la velocidad, mi mayor alegría era cuando aparecía una señal que prohibía circular a más de cuarenta kilómetros por hora, además de que el vehículo que conducía no era tampoco para superar marcas, así que casi siempre llevaba detrás de mí, más de un vehículo esperando de tener la oportunidad de adelantarme.   

Subiendo la carretera de los montes, por donde entonces solo podía irse hacia Córdoba, y cuando nuestro recorrido sería de no mas de treinta kilómetros, hacíamos la primera parada por que a uno de mis hijos le entró gana de "hacer pipí", y ya que habíamos parado, yo aprovechaba la ocasión para fumarme un cigarro, vicio al que entonces estaba sujeto, y eso sí, nunca lo hacía cuando iba conduciendo. Circulando por los llanos de Antequera, poco después de haber dejado atrás dicha ciudad, y llevar cuando menos sesenta kilómetros recorridos desde que salimos, y esta vez creo que a otro de mis hijos, ya no fue la gana de hacer pis, si no lo de un grado superior,  nueva parada, coche al arcén, él, alejarse y verificar su necesidad detrás de un olivo, y  yo otro cigarro que tampoco venía mal.

Con ese ritmo de marcha y paradas de trecho en trecho, rebasábamos la ciudad de Córdoba cuando bien pasadas estaban las dos y media de la tarde, por lo que bajo la sombra de una encina y junto a la pared de un cercado, escasos kilómetros después de atravesar la capital, extendimos sobre el césped nuestro mantel, sobre el mismo el condumio que llevábamos y a comer tranquilamente se ha dicho. Harto de comer...¿quién tiene gana de conducir? Yo por lo menos no la tenía, así que cigarrillo a la boca y a dormir una pequeña siesta, mientras mis hijos jugaban por aquellos campos y mi mujer, seguramente mirarse al espejo, pintarse los labios y a esperar que yo resurgiera del letargo en que me había sumido. Cerca de las cinco de la tarde serían cuando reiniciamos el viaje, pero aún para recorrer los aproximados treinta kilómetros que nos faltaban, hubimos de realizar dos paradas mas, para evacuar las necesidades mías, de mi mujer y de mis tres hijos, y ya de paso, otros dos cigarros que cayeron. Estarían al caer las siete de la tarde cuando felizmente llegábamos a mi pueblo. En total, unas once o doce horas, pero claro eran doscientos cincuenta kilómetros los que dejábamos atrás.

Cada vez que un coche de aquellos tiempos se me pone ante mi vista, no tengo por menos que traer a la memoria aquellos felices viajes, en que también, la distracción de mis hijos mientras íbamos circulando, era la de contar los coches que nos adelantaban. Lo que si puedo asegurar es que  ni una sola vez, me adelantó un carro. Pero también puedo decir. y ello me trae cierta nostalgia, de que nadie podía disfrutar en un viaje mas que nosotros lo hacíamos. El modelo del coche y la marca y su antigüedad, era lo de menos, el meollo de todo estaba en sus ocupantes.

Otra vez, no tengo por menos que decir... ¡Cómo pasan los años!

Hasta la próxima.

martes, 18 de febrero de 2014

Tres en uno



Leyendo el titulo de esta entrada no vayáis a pensar que hoy voy a tratar de un aceite multiusos, nada de eso, si no que en el día de hoy 18 de febrero, pero de distintos años, se han dado tres circunstancias, que han supuesto gran importancia en el devenir de mi vida, que a continuación voy desbrozar.
   
La primera, que lo fue el 18 de febrero de 1956, resulta que se celebró la "toma de dichos", como se dice aquí en Málaga, o el "otorgo", como se decía, cuando menos en aquellas fechas, en mi pueblo y que era el inicio del expediente para el próximo enlace matromonial o boda. 
    
Esto era una cuestión puramente de carácter religioso, y el párroco de la iglesia donde se celebraba esa toma de dichos, u otorgo, que se hacía generalmente en la  correspondiente donde residía la novia, o se iba a celebrar la boda, enviaba a la parroquia donde residía el novio, y también a la de su nacimiento, a fin de que se leyeran las tres amonestaciones que estaban reglamentadas. Esa lectura se hacía a lo largo de las Misas Mayores celebradas en Domingos o fiesta de guardar y tenía por objeto hacer saber a las personas que pudieran conocer al contrayente, si tenían conocimiento de algún motivo o causa que pudiera impedir tal matrimonio, y de ser así, lo comunicaran en aquel momento, y no estoy seguro, pero creo recordar, se añadía que de no hacerlo, se "callara para siempre" o algo parecido. Así que para que diera tiempo a que corrieran las tres amonestaciones, la toma de dichos se hacía cuando menos con un mes de antelación a la fijada para la boda. Demasiado "jaleo" para la inmensa mayoría de los contrayentes de hoy en día, que toman otro camino, cuestión que yo no voy a entrar en valorar, si lo uno o lo otro sea mejor o peor. Así era en la fecha en que yo me casé y así había que hacerlo, por tanto había que cumplirlo.

Un año después a la anterior efemérides, o sea el 18 de febrero de 1957, se celebró el bautizo de mi hijo mayor. Como se verá no se perdía el tiempo, ni como era casi general entre los recién casados, no solían hacerse cábalas para comenzar a tener, cuando menos el primer hijo.  Como no podía ser menos, el bautizó se celebró por todo lo alto y que en aquellos tiempos solía hacerse, aunque las limitaciones que la situación económica imponía, pero no faltaron a quienes, el vino les subió el ánimo y nos obsequió con un buen repertorio de verdiales, que una vez comenzó no había forma de pararlo.  Trayendo hoy al recuerdo aquella celebración, resulta que de todos los asistentes, solo quedamos en este mundo, mi hijo, por supuesto, el que nos obsequió con sus verdiales y yo. Cincuenta y siete años han pasado, y muchos son los que ese tiempo se ha llevado de entre nosotros. Así es la vida.

El tercero de los hechos de los que hoy se cumplen años, y que lo fue el 18 de febrero de 1997, era precisamente fecha en la que fui dado de alta de la operación de corazón  que se me practicó en el Hospital Parque de San Antonio de esta capital. Cuando aquel día salía del hospital acompañado por mis hijos, lo tengo presente como si lo fuere en este momento, al salir a la calle, el sentimiento de un porvenir tan sombrío se me vino a la mente, de lo que sería mi vida en lo sucesivo, que seguro en aquel instante no me hubiere importado dejar de existir. De reojo, miraba hacia atrás y sin que ninguno de ellos me dijera nada,  ni yo fuera capaz de preguntar, tenía la certeza que había sucedido, y que poco mas de un mes antes, entraba en aquel hospital llevando a mi mujer en estado bastante grave de salud. Aquel día, salía solo, y con el triste recuerdo de haberla perdido para siempre. Hoy, me admiro como es posible que semejantes hechos puedan sobrellevarse y soportarse por los seres humanos. También,  así es. 

Como puede comprobarse, hechos que se dan en un determinado día, y que precisamente coincide con la misma fecha, aunque de años diferentes, unos pueden ser de tanta dicha y sin embargo otros, te dejan rebanada el alma para toda la vida. Como vienen así, así también hay que admitirlo.

Hasta la próxima entrada.

martes, 11 de febrero de 2014

¡Cómo cambian los tiempos!



No sé como yo, y por ende todos mis coetáneos, no nos hemos vuelto locos al tenernos que amoldar, asimilar y adaptarnos al progreso experimentado en la vida desde nuestra infancia, e incluso ya bien entrada juventud, hasta nuestros días. 

El pasado jueves, cumpleaños de mi hija, le regalé un teléfono móvil en el que se le puede descargar, y así lo ha hecho, el sistema o procedimiento ese, tan en boga, llamado "WhatsApp". Por ejemplo, me maravilla que por ese procedimiento se hace una fotografía y acto seguido se procede a enviárselo a otra persona que incluso se halla a varios miles de kilómetros de distancia. Escasos segundos después, con un simple signo te indica que ya lo ha recibido y acto seguido te señala si ya ha sido visto o leído por el receptor. Pero es que si estas pendiente a ello, sabes si el receptor en ese instante, te está contestando sobre lo enviado, y antes de un solo minuto desde que se hizo esa foto,  ya la has enviado y tienes la respuesta de haberse recibido. Y, por ejemplo, cuando yo estaba en la mili, me sorprendía que me hacía una fotografía, me la entregaban dos o tres días después de hecha, y una vez en mi poder, se la mandaba a mis padres y dos o tres días que tardaba en llegar la carta, ellos la habían recibido, y yo me enteraba de que lo habían hecho, como mínimo otros tres o cuatro días después en que recibía otra carta de ellos anunciándome su recepción y lo "bien y guapo que había salido". En total en menos de dos semanas, fotografía hecha, enviada, recibida y acusada su recepción.

Claro que mi hija cuando nació, ya había televisión en mi casa, y cuando yo lo hice, en la de mis padres tenían que alumbrarse con un candil, pues la luz eléctrica llegó a mi pueblo cuando yo tenía siete u ocho años.
 
¿Podrían los jóvenes de hoy vivir como nosotros lo hacíamos en nuestra juventud? Vivir, lo que se dice vivir, si tendrían que hacerlo por fuerza de la supervivencia, pero solo por el mero hecho de quitarles sus móviles, con sus WhatsApp, sus Facebook, sus Twitter, etc., sería quitarles media vida. 

Y cuando yo era joven, que para poder hablar con la mujer a la que estabas pretendiendo de amores, eso que ya no se lleva, tenías que hacer un plantón de a lo mejor horas y horas, desde donde se divisara la puerta de su domicilio, para tan pronto la vieras salir, posiblemente para hacer cualquier recado, ir en su busca y poder estar junto a ella varios minutos, y en no pocas ocasiones, ese plantón que estabas haciendo resultaba totalmente inútil, ya que o ella no podía salir, no quería o a lo mejor no tenía siquiera la sospecha de que uno estuviera esperando que saliera, o lo que en no pocas veces sucedía, que su madre no la dejara salir porque no le gustabas como pretendiente para su hija. 

En fin, que como digo en el título de esta entrada... ¡Cómo cambian los tiempos!

Hasta la próxima, que si no en ella, lo haré en alguna que otra continuando con ese cambio al que nos hemos tenido que subir a ese tren del progreso, para no dejarnos arrastrar por él, todos  aquellos que vinimos al mundo años antes de la Guerra Civil Española.

miércoles, 5 de febrero de 2014

¡Arriba el ánimo!


Unas fechas que me han traído al recuerdo infaustos acontecimientos, acompañados de un molesto resfriado, me han llevado al desánimo de no tener siquiera gana de realizar aunque fuere para salir del paso, una entrada en este blog.

Hoy, que esas fechas pasadas se han invertido al punto de recordarme que  fueron esos días de los mas felices e ilusionantes que puedan darse a lo largo de toda una vida, me han lanzado a ello, siquiera para señalar tales efemérides.

Sobre el día y la hora en que estoy escribiendo en este blog, 5 de febrero, pero del ya que se va quedando lejos año de 1957, venía al mundo mi primer hijo, por tanto hoy es su cumpleaños, y al que aunque ya lo felicité esta mañana, sirva esta entrada para reiterárselas.

Un matrimonio, cuando se cumplían diez meses de su celebración, verse premiado con la llegada de un hijo es el no va más de la felicidad, máxime al deseo que de ello teníamos sus padres, al punto, que al principio su propia madre incluso llegó a llorar por la tardanza de su concepción, pero como he citado a los diez meses   de la boda, llegaba al mundo el primer fruto. 

Luego, catorce meses después le llegaba un hermano, y aunque pueda haber quien piense que no fue recibido con la misma alegría, el deseo de tener hijos de lo que tanto mi mujer, como   yo mismo tanto de nuestro deseo era, que si el nacimiento del primogénito nos supuso el mayor premio que pueda recibir un matrimonio, la llegada de su hermano no lo fue en menos, y como luego fue sucediendo, la crianza de dos hermanos casi iguales, supuso, no solo para nosotros, sino para ellos mismos, la dicha y la felicidad que hoy, pasado ya  mas de medio siglo, quizá pueda haber dos hermanos que se adoren como ellos, pero lo que si estoy seguro, es que lo hagan con mayor cariño que ellos lo llevan.

Pero si hoy es el cumpleaños de mi hijo mayor, mañana, lo es el de mi hija, que cuando sus hermanos, ambos varones, el primero cumplía 7 años el día anterior y el otro estaba a punto de cumplir los 6, la llegada de la "niña" colmaba ya la dicha de un matrimonio. A ella también,  y con unas horas de anticipo, sirva esta entrada como la mas sentida de las felicitaciones.
 
Millones de veces he pensado que estaría siendo de mí, y que lo hubiere sido de mi matrimonio, si no hubiéremos sido premiados con la llegada de los tres hijos. A lo largo de toda la vida, y especialmente en la última etapa de la misma, es sin duda cuando mas se disfruta de ellos y, también, cuando mas se necesitan. Esa es la mayor riqueza que pueda atesorarse y precisamente, la que por mucho que de ella se goce, nunca se dilapida, como pueda suceder con las  materiales.
  
El llevar tantos años viviendo tiene estos contrapuntos, que  unos días te traen al recuerdo hechos que te rebanan el alma y al siguiente o unos después, lo son de todo lo contrario y que escasos son los que se te dan esa alegría, a lo largo de toda la existencia.

Si lo relatado en esta entrada, poco o nada pueda interesar a quienes tengan la osadía de leerla, cuando menos a mí me ha llevado a levantarme el ánimo al punto de llevarme hasta volver por estos menesteres.

Hasta la próxima.