miércoles, 27 de noviembre de 2013

Mantener el apego



Creo fue anteayer, mi hijo mayor me envió un correo en el que se acompañaban fotografías de diversos enseres, utensilios y cachivaches de todo aquello de lo que estuve rodeado durante mi infancia y juventud. Como en varias ocasiones ya he dejado constancia de ello, los "mayores" somos propicios a  sentir la nostalgia, no de lo que quizás fuera mejor que lo actual, sino aquello de lo que nos acompañó cuando el peso de los años no resultaba tan oneroso como lo es ahora. 

Pese a que hace poco tiempo en una de mis entradas creo traté algo con respecto a la mecanografía, o a las máquinas de escribir, y dado a que durante aproximadamente cincuenta años, me he visto obligado a utilizar para mi trabajo la citada máquina, precisamente eso y todo cuanto en su aplicación llevaba implícito, ha sido lo que mas profundo me ha llegado, al punto de que no he tenido reparo alguno en volver a tratarlo en este blog. Tal figura en el título de la presente, he sido y lo sigo siendo, en sentir cierto apego por las cosas que me han rodeado, cuyo sentimiento creo puede ser el equivalente al cariño que se llega a sentir hacia las personas con quien nos tratamos. Así, cuando en las muchas fotografías que he citado se acompañaban al correo citado en principio, además de otras muchas, me han hecho tilín, una máquina de escribir y una cinta bicolor para la misma.


Aunque así a bote pronto parezca que esa máquina, esa cinta, el también papel carbón que en la inmensa mayoría de las veces había que utilizarlo para sacar las oportunas copias de lo escrito, lo hemos estando usando hasta hace pocos días, el progreso  de la sociedad actual camina tan de prisa, que si miramos hacía atrás, todo ello parece quedarse allá en el confín de los tiempos pasados. Al traer hoy este tema a la palestra, y rebinando de como hoy, y a través del medio que me hallo uitilizando para confeccionar el texto de esta entrada contiene una cantidad de ventajas a como lo solíamos hacer con la que en su día pudo ser uno de los grandes adelantos, como lo fue la máquina de escribir, me ha venido al recuerdo, que durante varios años, estando yo destinado en la Mayoría del Tercio de la Guardia Civil aquí en Málaga, y que además de la Comandancia de esta provincia, pertenecía también la de Cádiz, precisamente en el Negociado, que no se porqué se le llamaba de "Extractos", que era, en el que se realizaba la petición de los sueldos y devengos mensualmente del personal que componían la unidad, por cierto con mas de cinco mil hombres, el mecanógrafo que había para todo ello, era yo. Entre otros documentos, tenía que hacer un estado nominal, en el que figuraban todos los Jefes y Oficiales, de ambas Comandancias, que creo estarían alrededor de los ciento cincuenta. Para ello utilizaba una máquina Underwood de carro de 140 espacios, papel doble folio, 16 casillas, y que en hacerlo por ambas caras, como era necesario dado el número de nombres que había que hacer constar, además de cuatro copias, se iban alrededor de las dos horas. No fue una sola vez, aunque sí cuando ya lo tenía terminado, tuve una equivocación, y la solución ya se sabe cual era, el de la papelera y vuelta a empezar.  ¡Que fácil solución hubiere tenido hoy, y lo cómodo y rápido de su rectificación! Pero así era, y que como he citado antes, utilizando tal método y herramienta de trabajo lo fue de unos cincuenta años, tan profunda huella suele dejar en el sentimientos de los seres humanos, cuando menos en mí lo han sido, que cuando repasando todas esas fotografías, en las que además de otras que también me han llegado al alma, ésta, de la que hoy he traído al blog, posiblemente haya sido la de mayor impacto.

La fotografía de una máquina "Underwood", aunque de carro mucho mas pequeño que la que yo utilizaba en las oficinas de Mayoría, otra de una cinta de máquina bicolor y un folio de papel carbón escaneado por ambas caras, le envío con esta fecha a mi editor, que espero tan pronto sus ocupaciones se lo permitan coloque  en el sitio que estime mas oportuno y su competencia crea conveniente.

   
Hasta la próxima entrada.

miércoles, 20 de noviembre de 2013

Zurcido, remiendo y zancajo



Antes de entrar en materia voy a hacer referencia a una anécdota, que no por lo lejos que está de este blog, tampoco lo puede estar más cerca. 

Resulta que el Ministro y Vicepresidente del Gobierno que lo fue con el Gobierno de Zapatero, Pedro Solbes, hace unos días ha presentado sus memorias, que por cierto están dando algo que hablar, y no ha tenido otro título que darle a las mismas, como ha sido el de "RECUERDOS". Nada más que comentar al respecto, si no decir que hasta un ex-Vicepresidente del Gobierno y ex-Ministro ha coincidido con la titulación de "Recuerdos" . Quién sabe si con el paso del tiempo yo copio de él, y cualquier día de estos llego a Ministro...
   
Dicho ésto, vamos al grano.

Quizá muchos de vosotros las tres palabrejas que figuran en mi titulación de la entrada hoy, pueda resultaros, sobre todo la última, tan desconocida como si fuera chino. Pero principalmente durante mi infancia y primera juventud, eran de uso cotidiano, y que por la pobreza que se arrastraba por la inmensa mayoría de las gentes estaban a la hora del día. Expliquémonos y por el orden en que figuran en el título.

  
Zurcido: consiste en coser el roto de una tela con puntadas y que la unión resulte disimulada, eso creo es la definición aproximada del diccionario de la Real Academia de la Lengua.

Remiendo: es reforzar el roto de una tela con un pedazo de otra igual o lo mas parecida posible a la de la rotura. Simplemente eso es el compendio de las primeras palabras que han dado origen a esta entrada.


Seguramente os preguntaréis el motivo de traerlo a esta entrada. Todo ello ha estado motivado para exponeros el modo y la forma en que la vida se hacía y llevaba, como he citado en mi infancia y bien entrada juventud.

    
En una proporción mucho mayor de lo que podais figuraros, en la vestimenta que a diario era usada por la mayoría de las gentes, y me voy a ceñir solo a mi pueblo, aunque creo podría hacerse extensivo a toda España, las prendas exteriores, rara era la que no llevara algun zurcido o remiendo, eso sí, unos, tan bien hechos que resultaba dificil poderlos apreciar si no te fijabas bien en ello; otros, bien por la impericia de la costurera o porque la aportación de la tela para cubrir el roto, fuera de tan poco parecido a la reparada, que no hacía falta acercarse a quien llevara la prenda remendada, para darse cuenta que asi lo era, aunque  tan frecuente era el vestir prendas con esas reparaciones, que nadie  sentía el menor reparo el salir así a la calle. 

Por ello, y sobre todo los pantalones que los hombres que trabajaban en el campo, los llevaban generalmente de pana, primero por lo resistenrte de dicha tela, como por los remiendos que les iban agregando a los rotos que se producían, creo había hombres que no mas de uno o dos pantalones para el trabajo utilizaban a lo largo de su vida. Eso sí, frecuente era el observar como muchos llevaban el pantalón con tantos remiendos y  poco se parecían los unos a los otros,  que creo resultaba dificil cual era la parte que correspondía al pantalón que estrenó en su día. A todo esto tengo que decir, que yo, en no pocas ocasiones, utilicé sobre todo pantalón con remiendos, pero al propio tiempo añado, que mi madre era una verdadera maestra en esos y otros muchos quehaceres de la casa, y que solian pasar los remiendos que ella hacía casi totalmente desapercibidos, aunque como he citado antes,  nadie sentía reparo alguno  en salir a la calle vistiéndolos.


Por último, llega el momento de decir lo que era un zancajo... Pues allá va
 
Zancajo: a parte de que creo es un hueso del pie, a la parte del calcetín, media o zapato correspondiente al talón, que presentaba un roto, pero, sobre todo cuando el roto lo era en el calcetín o la media, como eso no solia remendarse, salvo si era de escasa importancia, que entonces y utilizando un huevo de madera se metía en el calcetín o la media y con varias puntadas se arregalaba, había quien lo llevaba durante mas tiempo del que seguramente debía, pero ahí sí, no eran todas las personas que  se aventuraban a salir así a la calle, donde sobre todo a las mujeres era mas fácil ver la rotura, dado a que los hombres lo ocultaban mejor con el pantalón. A ellas, en las tertulias vecinales, cuando alguna vez salía a colación una mujer a la que era corriente ver con algun roto en sus medias, al final solian  recomendar con cierta mala uva, "mas vale que se quite los zancajos".  

Escasos recursos hubieren sido precisos para paliar aquellos rotos, pero mucho mas escasos eran los que se poseían.  Aquí me viene a la memoria aquella sentencia de mi paisano Séneca," para nuestras necesidades, lo poco es mucho, pero para nuestras ambiciones, lo mucho es poco·" ¡Con que poco se hubieren reparado la inmensa mayoría de aquellas carencia!


Como se verá la entrada de hoy, aporta poca alegría. En otras procuraré lo sean.


Hasta la próxima.

[Nota del editor: no es usted la única persona que ha tratado el tema de los remiendos y los zancajos. Para ello, puede hacerse clic AQUÍ y leer el blog http://sevillaymiscosas.blogspot.com.es/]

sábado, 16 de noviembre de 2013

Llegó el frío, pero no la lluvia


Quizá me halla sucedido a mí hoy, como dicen que suele pasarle a las personas que no tengan una estrecha amistad, que cuando no tienen, o no saben, otra cosa de la que hablar, lo hacen del tiempo.
   
Puede que sí, pero yo y sin que pueda quitarme de encima la huella que deja en las personas las vivencias y preocupaciones que les embargaba allá incluso en su niñez, pero sobre todo en su juventud, no he podido sustrarme a traer a la palestra, sobre todo la falta de lluvía, que cuando menos aquí por esta bendita Málaga tan de menos la estamos echando en este ya bien entrado otoño. Y como anteriormente cito, de que aún siendo todavía niño, le oía comentar a mis padres, cuando una sequía así de persistente se cernía sobre los campos, lo que suponía que las cosechas tanto de cereales como de aceituna para el año próximo serían escasas, mermando con ello la falta de jornales para los trabajadores, supondría una grave advesidad para quienes, como a mi propio padre le sucedía vivia de sus jornales en el campo. Esos mismos sentimientos llegaron a calar en mí tan pronto, y que con la edad de catorce años, llegué a engrosar las filas de los jornaleros agrícolas.

Algo extraño podrá parecer, pero puedo confirmar, que cuando menos yo, deseaba que  la meteorología fuera en todo tiempo lo mas beneficiosa posible para que el próximo año se transformara en grandes cosechas, con lo que como dejo dicho. el trabajo sería abundante a la par de lo que fueren las mismas.

Si ya de por sí en mi pueblo la escasez de agua era una constante, esas sequías que algunos años se prolongaban tanto, hacían que a la vez que para los propietarios de fincas de olivar o de siembras de cereales, les acarreaba grandes pérdidas, teniendo en cuenta que la mayoría de  las tierras, especialmente las destinadas a la siembra del trigo, la cebada, la avena, garbanzos..., eran escasamente productivas, todas ellas de sierra,  que en todo caso precisan de mucha mas agua que  las de campiña, de peores consecuencias les resultaban para los trabajadores la falta de jornales, con la añadidura de que carecían de toda reserva de donde poder sacar algo para ir tirando.  

En no pocas ocasiones, sobre todo a gentes de grandes ciudades, le oí decir cuando comenzaba a llover "ya estarán contentos los catetos", cuestión que realmente, y aunque mis padres no tenía propiedades algunas para dedicarlas a la siembra, ni de otra índole, no me hacían mucha gracia semejantes comentarios, y quizá excediéndome en mi prudencia, no les daba la réplica, cuando menos en decirle que a ellos desearía verlos en la situación de esos catetos, de lo que  parecían hacer aquellos comentarios en plan de mofa, por ese deseo cierto de que llegaran las lluvias. A quienes durante años estuvimos viviendo de lo que la llegada de lluvias suficientes nos garantizaba mayor aporte de ingresos a nuestras casas, y luego pasamos a hacerlo, como en mi caso, del papá Estado, jamás se nos ocurriría realizar comentarios como el que anteriormente he referido. Pero diremos como decía Jesus, "perdónalos Señor, que no saben lo que dicen, aunque Él dijera, lo que hacen". Bueno que las gentes de grandes ciudades, de lo que  hace muchísimos años me encuentro inmerso, no se tomen a mal ese comentario, que sin ninguna otra intencionalidad, que no sea la de una simple anécdota, la he traído a colación.  

Ah, que se me olvidaba, que el frío parece que ya hoy ha llegado a Málaga.

Añadiré una cuestión distinta al tema tratado en la entrada de hoy, y es que otras ocupaciones me han tenido, y de seguir así me tendrán, entregado a otro menester, igual por tratarse de escribir, pero distinto a esto de hacerlo en el blog, y que otra vez me han llevado a descuidarme de este mi querido blog. Y que me siento halagado de que la anterior entrada haya contado con el mayor número de comentarios a todos los anteriores.

Hasta la próxima que ya veremos lo que se me ocurre.

viernes, 8 de noviembre de 2013

Una gran faena



Si el motivo de que haya traído al título de esta entrada la lleváramos al símil taurino, creo me hubiera merecido la concesión de dos orejas, rabo y unas cuantas vueltas al ruedo. Pero me parece que estoy dando la sensación que me he ido por los cerros de Úbeda, y antes de explicar a que se ha debido esta titulación, he comenzado por elucubrar sobre su merecimiento. Por tanto, y antes de hacer esperar mas a mis queridos lectores, y perdonar esto de "mis queridos lectores", que parece un exceso de autobombo, allá va la causa y motivo de esta entrada. 
  
Vamos a ello. Se trata nada más, y nada menos, que de mi abandono del vicio de fumar. Creo recordar, corrían los últimos días del mes de enero de 1975, me hallaba en el Bar del Cuartel de Las Palmas de la Comandancia de la Guardia Civil de Granada, en horario próximo a la comida del medio día, tomándonos una copita de vino, en unión de algunos compañeros, que formábamos parte del Curso de Desactivación de Explosivos,  que se celebraba en dicha Ciudad. Al encender un cigarrillo, y que en las prácticas del curso se nos tenía prohibido hacerlo,  seguro en mi instinto quería desquitarme del bastante tiempo que a lo largo de la mañana se nos prohibía su ejecución, daría una chupada con tal ansia al mismo, que me produjo un ataque de tos que duró algunos minutos, de lo que confieso me produjo no poca vergüenza ante mis compañeros. Añadiré a ésto, y lo hago por primera vez, que aquella mañana llevaba rumiando tomar dicha determinación, cuando el día anterior, mi hijo mayor que a la sazón se hallaba iniciando el primer curso en la Academia General Militar de Zaragoza, me había comunicado tenía un examen, creo recordar de cierta importancia, y un cierto temor de no aprobarlo, ante lo cual me venía a mente, la promesa de abandonar el vicio, ofreciendo el sacrificio a que salvara con éxito su temor, aunque yo en mi fuero interno, tenía la confianza de que así iba a ser.

Haciendo un alarde de "machote", unos cuantos cigarrillos de tabaco rubio, que llevaba algún tiempo en que me había pasado a consumir, en vez del negro que desde mis comienzos en el hábito lo había venido siendo, y que guardaba en una pitillera, los repartí a mis compañeros, guardando solo uno, que prometí allí estaría, como permanente testigo de tan importante decisión.

De aquella pitillera, aquel cigarrillo y el encendedor, distinto y más moderno que el "mechero" al que se refería mi entrada anterior y cuyo modelo utilizaba en el inicio de mi llegada al consumo del tabaco (espero mi editor coloque al comienzo de la presente entrada la fotografía). Y estos sí son los que utilizaba en el último estertor de mi vicio y hábito del fumar, que si me llevó casi treinta y seis años en que permanecí fumando, rebasan ya los treinta y ocho en que lo abandoné, aunque realmente en asistencia a bodas, comidas, o actos de ciertas celebraciones, en alguna que otra he llegado a fumarme un cigarrillo, y que ya las últimas veces en que lo hice, mas que producirme placer, lo era todo lo contrario.  No obstante y como mientras estoy relatando estos hechos me ha sucedido, retrotrayéndome en el tiempo, setenta o algunos años mas, me han venido al recuerdo aquellos inicios en que durante los llamados "cigarros", que consistían en unos pequeños descansos durante el trabajo en el campo, el deleite que me producía cuando en plena naturaleza, contemplaba como aquellas volutas del humo que salía de aquellos primeros cigarrilos que me fumaba, comenzaban a elevarse en el espacio al tiempo que se iban disipando hasta su total desaparición.

 Y por último, y para demostrar lo que he dado en llamar en su título como "UNA GRAN FAENA", lo es nada más y nada menos, como citaba al principio, que de no haberlo hecho, tengo y tened, la plena seguridad, que de no haberlo hecho, hoy, no estaría aquí, concluyendo este relato y esa pitillera, ese cigarrillo rubio, que extremadamente seco, y ese encendedor de la fotografía, que encabeza esta entrada, sí permanecerán en mi poder, si Dios quiere, hasta el final de mis días. Pues, si finalmente, el dejar de fumar, me ha traído, a como cito anteriormente, continuar viviendo,  durante el tiempo que estuve fumando, sobre todo en mi juventud, lo recuerdo con cariño el deleite que semejante vicio, o hábito, me producía. Esto no quiere decir, ni por asomo, el que yo invite a ningún joven a que se inicie en el vicio, y realmente, me siento gratificado, con que ninguno de mis nietos, todos varones, entre las edades de los veintisiete a los dieciséis años, que yo sepa, ninguno de ellos fuma. Que así sigan.

Hasta la próxima entrada.

domingo, 3 de noviembre de 2013

Tecnología punta: el mechero


Como podréis comprender me he tomado un tanto a chacota la titulación de la presente entrada, al calificar de "tecnología punta", el artefacto del que voy a tratar hoy: el mechero. 
  
Esta pieza que hoy parece una de museo, estuvo en mi bolsillo por espacio no inferior a seis años, desde algunos meses después de cumplir los catorce años -cuando comencé a fumar-, hasta mi marcha al ejército cuando estaba a punto de cumplir los veintiuno. Creo que no hará falta dar explicación el uso del mechero, ya que como es sabido lo era para el encendido generalmente del cigarrillo, aunque también podía emplearse para el encendido de una hoguera u otras por el estilo.

Por la fotografía que espero que mi editor con su demostrada sapiencia para estos menesteres, coloque al principio de esta entrada, queda fielmente reflejado el exacto modelo de lo que es un mechero, y de lo que he dado en llamar tecnología punta. En la misma, puede observarse lo que es el propio "mechero", un tubo en el cual se introduce la mecha, de ahí su nombre, otro tubito mucho mas estrecho, en cuya parte superior hay una ruedecilla dentada, y una abertura por su parte inferior por el que se introduce una "piedra" de mechero, compuesta de hierro y cerio, moldeada en trozos muy pequeños, que tensada con muelle y un tornillo que lo sujeta. la hace que llegue hasta la ruedecilla, y haciendo girar ésta, produce unas chispas que al contactar con la mecha produce el encendido de esta y contactando el cigarrillo con la mecha, igualmente se iniciaba el encendido de éste.

Asimismo en la indicada fotografía se puede apreciar en la parte superior del tubo donde esta metida la mecha, una especie de  botón que le sirve de tapadera, y de cuya parte inferior del mismo parte una especie de alfiler con un ganchillo en su parte inferior, que enganchada a la mecha, permite, primero: que no entre el aire en el tubo, ayudando a apagar la misma con rapidez, y segundo, y no menos importante, de lo que no pocas veces sucedía, impedir que la mecha todavía encendida saliera por la parte inferior del tubo, lo que daba lugar a incendiar el bolsillo, pero lo bueno que tenía este sucedido, es que como enseguida notabas el calor o la quemadura en la propia carne, procedías inmediatamente a sacarlo y a su apagado manualmente. Sin duda a que el encendido de los cigarrillos estuvo largos años haciéndose con el mechero, a los encendedores de gasolina primero, o gas, que posteriormente se inventaron, se continuó llamando mecheros, principalmente por los que fuimos usuarios del artefacto motivo de mi entrada de hoy.

Pero aunque a vosotros los jóvenes, y no tan jóvenes, os parezca una antigualla el mechero, mucho más os lo parecería, lo que los "viejos", de cuando yo era jovencito, solían utilizar otro procedimiento para el encendido de sus cigarrillos y que solían llevar en una pequeña bolsita, generalmente de cuero, y que estaba compuesto, por: yesca, que era una materia sumamente seca,  que podía obtenerse de varios productos en el campo; un eslabón, pequeña pieza de hierro acerado, y un pedernal especie de mineral de cuarzo, que al ser herido por el pedernal producía chispas y se encendía la yesca. De ahí que también, esos viejos de cuando yo era joven, llamaran al "mechero", "YESQUERO".

Como podréis observar por todo cuanto antecede, parece que yo procedo de tiempos tan lejanos que pueden parecer que se trasponen hasta sepa Dios donde, pero, no lo es tanto, ya que yo mismo fui usuario de ello, y que aún  estoy relatando estos hechos y caminando todavía por estos lares, utilizando este método de escritura, de lo que yo nunca hubiere siquiera llegado soñar iba a llegar a conocer, y menos utilizar.  
   
Al observar el original del cual se ha obtenido esa fotografía, y que obra en mi poder, a mi mismo me produce extrañeza su contemplación, y eso que fue mi acompañante por no menos de seis años, día por día, así que a vosotros, como decía anteriormente, no me extraña, os pueda parecer una  antigualla. Soltando ese latiguillo que solemos utilizar los "mayores"... ¡Cómo pasa el tiempo!

Hasta la próxima entrada.