miércoles, 27 de abril de 2011

1925, 1981, 2011



Hoy cumplo 86 años. Esta madrugada como otra de tantas en las que el desvelo suele visitarnos a los viejos, por mayor o menor espacio de tiempo, se me venía al pensamiento de que hoy es mi 86º cumpleaños. Aunque así de bote pronto y volviendo la vista hacia atrás da la sensación de que esos ochenta y seis años han sido como un soplo, en ese espacio de vela que cito anteriormente, lo estuve empleando en desmenuzar los hechos y acontecimientos que se fueron produciendo a lo largo de toda mi existencia, y aunque para todo el entorno exterior a mi propia persona resulten una insignificancia, para los míos y como no, también para mí, dejan en el devenir de toda persona unos hitos que son los que van marcando y jalonando ese discurrir.

Allá desde mi adolescencia y juventud, el mero hecho de salir a colación el año 2000, yo lo veía como esa altísima y escarpada cima, a la que mis fuerzas no parecían estar preparadas para su ascenso, ya que para llegar a ello yo habría de cumplir setenta y cinco años de edad. Como se puede comprobar, no sólo cumplí aquellos que tan inalcanzables me parecían, sino que de propina llevo ya once más. En ese desbroce que mentalmente hacía esta madrugada, aquellas lejanas esperanzas que solían vagar por mis pensamientos y deseos de entonces, hoy no dejaba de dar gracias a Dios de que se habían cumplido mucho mas allá de cuanto en su momento hubiera siquiera llegado a soñar. Todo el ambiente familiar íntimo que me circunda, resulta el axioma de cuanto dejo expuesto, aunque no por ello, eche en falta la ausencia de AQUELLA que al marcharse, dejó marcado el antes y el después de su pérdida.

Hoy también, se han cumplido 30 años, de mi jubilación, o mi retiro como nosotros siempre lo hemos llamado, de la Guardia Civil. Igualmente aquí, quien me iba a decir a mí aquel 27 de abril de 1981, que treinta años después, yo iba a seguir transitando por esta vida y lo que mas agradezco es en el estado, tanto físico personal, como en el familiar en el que me hallo.

Aquel día, del que hoy se han cumplido tres décadas, me traen hoy al recuerdo dos circunstancias muy especiales. La una, lo que suponía que por imperativo de la edad tenía que abandonar una Institución, que no solo supuso el que, aunque con cierto comedimento, fue lo que me aportaba lo indispensable para llevar adelante mi familia, sino una profesión a la que quise con todo mi alma y a la que entregué todas mis fuerzas y buenos deseos, aunque por mi humilde aportación no fuese para enaltecerla, cuando menos para no menoscabar lo mas mínimo todo lo que fue, era y lo siguió siendo y que con todo ello, llegó a que el pueblo español la conozca por la "Benemérita".

La otra circunstancia, y que pasados treinta años me siguen llegando al alma, fue la despedida que se me dio por los componente del Servicio de Información (S.I.G.C.) de la Comandancia que me hicieron entrega de una estatuílla en bronce, de un Guardia Civil en traje de servicio, precisamente el que estaba en vigor cuando yo ingresé en el Cuerpo. Este homenaje para mí tenía doble valor, dado a que me fue ofrecido por un personal al que había dejado de mandar hacía mas de cinco años, de lo que ahora mismo siento cierta emoción, pensando que mi paso por el "Servicio", como en el argot de todos los componentes solíamos llamarlo, mereciera pasados algunos años, aquella muestra de agradecimiento.

Valga por hoy esta entrada y hasta otra.

sábado, 23 de abril de 2011

Sábado de Gloria


Pese a las modificaciones que sobre el particular haya podido hacer la Iglesia, hoy, o sea el día siguiente al Viernes Santo, para mí seguirá siendo mientras viva el Sábado de Gloria.

Solamente el pronunciar la palabra gloria, a mi me sabe a eso, a GLORIA.

Recuerdo de mi infancia y mi niñez, que cuando a las diez de la mañana, del sábado siguiente al Viernes Santo, las campanas de la iglesia de mi pueblo comenzaban a repicar a "Gloria", todas las mujeres salían a la calle y arrojaban doce chinitos (piedrecillas), sobre el tejado de sus casas y acto seguido se procedía a rociar por los distintos compartimentos del domicilio, el agua bendita que los niños momentos antes habíamos recogido en la iglesia, para lo cual llevábamos los recipientes mas apropiados y bonitos que había en el hogar. Todo ésto, recuerdo decían que era para echar el demonio de las casas. No sé si esta costumbre seguirá usándose en mi pueblo.

Pero a partir de 1952, fue, y sigue siendo uno de los días mas entrañable para mí. Como no, todo se debió a que un Domingo de Enero del mencionado año, conocí a aquella jovencísima mujer que su propio nombre decía lo que supuso en el devenir de toda mi vida en lo sucesivo. Se llamaba GLORIA. Hoy, como no, en estas primeras horas de la mañana del Sábado de Gloria, en que hallándome en mi domicilio, sin otra compañía que mis recuerdos, vagan por mis sentires toda aquella felicidad que me trajo consigo, y aunque su partida me dejase huérfano de su presencia física, perdura en el tiempo las consecuencias que de todo ello puedo seguir gozando y sentirme orgulloso de lo que entre ambos llegamos a crear, como fue una FAMILIA, que no me da recato alguno en considerar como ejemplar.

Como cito anteriormente, aunque en esta soledad física en que me hallo en estos instantes, solo con que mi mente tenga la suficiente clarividencia para traerme al recuerdo el feliz evento en que conocí a GLORIA, dóime por el mas afortunado de los mortales.

Otra Gloria, me dejó también para mi orgullo, como lo es mi hija que también como su madre hace honor a su nombre, a la que por estas humildes letras felicito y le envío un beso muy fuerte. Hago extensiva esta felicitación a otras dos Glorias, una sobrina-ahijada y otra solo ahijada, que asimismo llevan el nombre de su tía-madrina y madrina, respectivamente.

Estos recuerdos son los que en el sentimiento de los viejos, nos aportan los alicientes indispensables para nutrir el deseo de seguir viviendo.

Hasta otra entrada.

miércoles, 20 de abril de 2011

Una fecha, una festividad



Una fecha hoy, 20 de abril. Un 20 de abril pero de 1994, fallecía mi madre. Mes y medio exactamente le faltaban para cumplir los 97 años, ya que nació el 5 de junio de 1897.

Recordando hoy la efemérides de su fallecimiento he pasado por todo su acontecer desde que yo tengo uso de razón y no deja de sorprenderme cómo una mujer en el que el devenir de su vida estuvo lleno de adversidades, muchas de ellas de la máxima gravedad, pudo alcanzar semejante longevidad. Estuvo viuda más de treinta y cinco años. Pasó por el trance de soportar el fallecimiento de tres de sus hijos que no llegaron a cumplir siquiera el primer año de edad. El último de ellos, precisamente el que también fue el último en nacer, que lo fue cuando nos encontrábamos exiliados de nuestro pueblo durante la Guerra Civil española. Éste nació en la primavera de 1937, dieron en llamarle Ricardo, ya que como es natural no fue bautizado, dado que en la zona roja no había un solo sacerdote que hubiere podido hacerlo. Falleció a principios de otoño del mismo año, cuando nos encontrábamos viviendo en un cortijo distante unos dos kilómetros del pueblo de Pedroche, pero distinto al en que nació. De las tablas de unas cajas viejas, entre mi padre y algunos de mis tíos, hicieron el humildísimo ataúd que sirvió para la mortaja de su último hijo. A lomos de una caballería fue trasladado su cadáver desde el cortijo hasta el cementerio, en el que los mismos que confeccionaron su ataúd, también hubieron de cavar su fosa. Un acompañamiento de no mas de siete u ocho personas, entre mi madre, mi padre y algunos de mis tíos y tías, sin mas ceremonial que las lágrimas derramadas por los asistentes, especialmente me supongo que las vertidas por mis padres, fueron lo último que en su honor se hizo. Pocos días después, y por causas que en este momento no vienen al caso exponer, cambiamos de residencia. El acto de su sepelio fue lo último y único que se pudo hacer por su hijo Ricardo. Nadie ni nunca, volvió siquiera a visitar su tumba.

Hace poco más de un año, en una visita que yo hice a la localidad de Pedroche, donde me llevó mi hijo mayor, y desde una calle de dicha localidad, bastante empinada por cierto, muy próxima y desde la que se divisaba todo el camposanto, pese a los mas de setenta años transcurridos desde su muerte, fijando mi vista hacia el mismo, le dediqué un sentido recuerdo, mentalmente le recé un padrenuestro, y como no, unas lágrimas asomaron a mis ojos, tanto por el recuerdo a mi hermano, como lo que supondría aquel hecho durante los cerca de cincuenta y siete años que mi madre sobrevivió a ello.

El hecho relatado es un botón de muestra, de lo que en no mas de de siete u ocho años supusieron, para toda la familia, pero especialmente para mi madre, el calvario que lo llevaría presente hasta que ese 20 de abril de 1994, Dios se la llevó también a ella.

Una festividad. Hoy, además de 20 de abril de 2011, también celebra la Iglesia la festividad del miércoles Santo que marca el ecuador de la Semana Santa. De entre las muchas imágenes que se procesionan durante la Semana Santa malagueña, para mí, pero especialmente lo eran para mi mujer, las del Santísimo Cristo de la Expiración y María Santísima de los Dolores, lo eran y para mí lo siguen siendo, las mas importantes de todas. A tal extremo llegaba la pasión de mi mujer por la procesión de la referida Cofradía, que creo recordar lo apunté en una de mis anteriores entradas en este blog, que el Miércoles Santo de 1958, que lo fue el día 2 de abril de dicho año y pese a encontrarse ya cumplido su periodo de gestación de nuestro segundo hijo, estuvo porfiándome todo el día para que la llevara cuando menos, a ver la salida de la "Expiración". De haber accedido a sus deseos, mi segundo hijo hubiera nacido entre capirotes. Aquella Semana Santa del referido año, creo ha sido la única que me he librado de la asistencia a la mayoría de las procesiones de cada año. En no pocos, me sacaba el abono de sillas para toda la semana y desde la salida de la Cofradía del "Huerto", hasta el final de la de "Servitas", salvo en casos de fuerza mayor ni una sola se nos quedaba sin ver. Todo ello durante mas de treinta años. Pero además los últimos diez o doce años de su vida, cada Semana Santa, en un establecimiento de calle Larios teníamos un balcón que amablemente los propietarios de la Heladería, Mayke para mas detalles, nos tenían reservado para toda la semana, donde aquí se pasó ELLA, las mas felices y confortables vistas de sus entrañables procesiones y el no va más, lo era cuando los "polillas", como se conocían, y creo se seguirán conociendo a los Guardias Jóvenes del Colegio de la Guardia Civil de Valdemoros, pasaban con sus serios, marciales e incomparables desfiles. Para mí, esos años lo fueron también de un gran alivio, dado a que me pasaba la noche sentado ante una mesa, con un café a veces y otras con un cubata y charlando con algunos amigos que nos acompañaban y así se me pasaba el tiempo volando. En estos momentos daría cuanto me quede de vida, por pasar un semana Santa como esas ultimas que pasábamos en aquel balcón de calle Larios, pero junto a ELLA, que aquello le suponía uno de los mayores goces contemplativos de su vida.

Este Miércoles Santo de 2011, solo me queda traer al recuerdo aquellos felices momentos, que para mí, lo eran principalmente el contemplar como ella los gozaba. Si en el Cielo se celebra la Semana Santa y con ello procesiones, ELLA estoy seguro habrá reservado un asiento en la tribuna del itinerario de las mismas.

Hasta la próxima.

martes, 12 de abril de 2011

Final de viajes, un 12 de abril


En mi entrada del día de ayer, dejaba sin terminar los tres viajes iniciados en un once de abril, aunque de distintos años, y como lo prometido es deuda, vamos a dar fin a todas ellas siguiendo el orden en el que fueron iniciados.

En el primero de ellos quedábamos los caminantes para pasar la noche en un semiderruído cortijo en plena sierra de La Chimorra. La cena consistió en unos trozos de tocino fritos, sin pan y un vaso de leche cada uno sacados del ordeño de algunas de las cabras.

Para dormir y como todos los enseres estaban colocados en el carro y dado que suponía tener que deshacer toda la carga para poder sacar los útiles para organizar alguna cama, pasamos la velada sentados en unos poyos existentes cerca de una chimenea en la que preparamos una candela y así en una duermevela nos alcanzaron las primeras claridades del alba. Uncir las mulas al carro; colocar las cargas que transportaban el resto de las caballerías y soltadas las cabras que amarradas incluso dentro del la cortijada estuvieron toda la noche, cuando aún no había terminado el amanecido, reemprendíamos la marcha hacia mi pueblo. Los veinte kilómetros aproximados que aún faltaban por recorrer, eran culminados poco antes del medio día. Un kilómetro exactamente faltaba para llegar al pueblo cuando se llegaba a un punto conocido por el Puerto Ginés y desde el mismo comenzaban a presentarse ante nuestra vista buena parte de las casas y calles del pueblo. Un ligero cosquilleo recorría por todo mi cuerpo. No lo recuerdo, pero sin duda por mi extrema sensibilidad y lágrima fácil, hoy podría jurar que mi ojos en aquellos momentos se anegaron de ellas. Cuando comenzamos a pisar las primeras piedras de sus calles, tenía la sensación de que me encontraba en algo que lo sentía como algo mío, lo que los dos años y medio que dejaba atrás me venía a la mente que nunca entonces durante ese tiempo llegué a sentir. Otra de las sensaciones que tenía era de que tanto sus casas, como sus calles, incluso hasta las propias puertas y ventanas, me parecían mas pequeñas de como yo las recordaba. Todo el conjunto que conformaba el pueblo, así como sus extramuros en no menos de uno o dos kilómetros a la redonda, me recordaba haberlos trillado infinidad de veces durante el tiempo en que a partir de los cuatro o cinco años hasta los mas de once que ya había cumplido cuando salimos hacia el exilio. La mayoría de los amigos de mi edad o similar que quedaron en el pueblo, y a medida que pasaban los días y me encontraba con ellos, me daba la sensación que habían experimentado un gran cambio. Allí permanecí hasta los inicios que dieron lugar al segundo de los viajes.

12 de abril de 1946. Procedentes de Córdoba llegábamos a Sevilla (estación que creo se llamaba Estación de Plaza de Armas) pasadas las doce de la noche. Descendimos del tren, nos formaron en los mismos andenes de las estación, ya habrían pasado la una de la madrugada, maleta en mano y andando, desde allí hasta el acuartelamiento del Regimiento de Artillería número 14, que se hallaba en las afueras de la parte opuesta de la capital sevillana, en el punto conocido por Pineda, a donde no menos de dos horas tardamos en llegar. Nueva formación, lectura de la Batería a que cada uno eramos destinado, a mi me mandaron a la 4ª, a donde no condujeron. A las siete de la mañana, tocaban diana. Dos horas escasas, no de dormir, sino de estar acostados, fueron el descanso a toda la peripecia del viaje. Aseo, desayuno y a continuación y una vez pedido voluntarios de todos aquellos que tuvieran algunos conocimientos de peluquería, procedieron a pelarnos a todos al dos. Acto seguido nos entregaron la ropa de uniforme y como estaría yo de desfigurado vestido de militar y con el corte de pelo, y lo mismo un paisano de mi pueblo que fuimos destinados al mismo regimiento, pero a el a la Plana Mayor del 2º Grupo, que estando formados uno junto al otro tardamos no menos de dos o tres minutos en reconocernos.

Aquella tarde a la hora de paseo, mi paisano y yo fuimos a Guadaira, donde se tomaba el tranvía para ir al centro de la ciudad, donde buscamos una peluquería y previo pago de su importe, nos arreglaron en lo posible el desaguisado que por la mañana habían hecho con nosotros. Un detalle gracioso guardo en el recuerdo, de un caso que nos sucedió cuando íbamos de vuelta al cuartel. Faltarían unos cien metros para llegar al mismo y en ese momento se daba la hora de la llamada bajada de bandera, o sea bajar la bandera que se izaba por la mañana temprano para lo cual se realiza con el toque de oración mediante la corneta. En ese momento unos cuantos soldados, o cabos, en fin creo que veteranos que marchaban delante de nosotros, se pararon y en posición de firmes se pusieron en primera posición de saludo, o sea saludando y mi paisano Carrillo y yo, mirándonos el unos al otro pero sin pronunciar palabra no sabíamos lo que hacer y tan despistados estábamos, que tan pronto nos parábamos, saludábamos a nuestra manera, como echábamos a andar hasta que al fin y por imitar a lo que los otros hacían, quedamos parados, firmes y saludando, Cuando ellos cesaron en el saludo e iniciaron su marcha, lo hicimos nosotros. De aquello no teníamos ni puñetera idea lo que había que hacer. Cuando dos años y medio después de aquel día que fuimos licenciados, más de mil veces hubimos de realizar aquel acto, tanto en el izado como en la bajada de bandera.


Y vamos a terminar con el tercer viaje, iniciado el 11 de abril de 1950. Para trasladarnos hasta Úbeda, hubimos de tomar el correo Málaga-Madrid, que salía de la primera de la ciudad indicada a las diez de la noche y llegaba a Córdoba pasadas las doce y media. Resulta que por la tarde de aquel día, dos compañeros y yo dejamos las maletas en consigna, en una pequeña taquilla y para ahorrar las tres juntas y el correspondiente resguardo lo tenía yo. Dado a que en principio dieron un retraso del tren más de lo normal, unos cuantos nos fuimos a un bar cercano donde como la noche la habíamos de pasar en vela, nos toamos un par de cafés cada uno. Cuando terminamos y creyendo que el tren aún no habría llegado, caminábamos con toda tranquilidad y antes de llegar preguntamos y nos dijeron que el tren había llegado hacía un rato. A toda prisa salí en busca de mi maleta, encontrando a los dos que la habían dejando con la mía, que con el estado de nervios propio del momento, creyendo que habrían de marcharse sin su maleta, recibí de ellos el propio y justo reproche por mi tardanza.

Sobre las tres y media de la madrugada llegamos a la estación de Linares-Baeza. Allí esperamos hasta después de las seis en que utilizando los servicios de un tranvía nos trasladó hasta Úbeda donde como he citado se encontraba la Academia. El día 16 de julio de aquel ya lejano 1950, salía como Guardia Civil de 2º clase y destinado a la Comandancia de Málaga, donde me incorporé el 26 del mismo mes, una vez disfrutados los diez días que a los solteros nos concedía para verificar la presentación correspondiente una vez destinados. Los casados tenían 20 días para ello.


Cansado de tanto viaje, lo dejo hasta la próxima entrada.

lunes, 11 de abril de 2011

Tres salidas, un 11 de Abril



Posiblemente habrá quien piense que es mucha casualidad que un día 11 de abril, sé de la circunstancia de cuanto voy a exponer a continuación, pero todos cuantos me conocéis estoy seguro que daréis por cierto todo lo que relate. Se trata concretamente de que tal día como hoy, aunque de distintos años, bien yo personalmente o formando parte de mi familia, iniciábamos la salida de un viaje, que todos y como indicaba en mi entrada del día de ayer, todos tienen su porqué para traerlos al recuerdo. Comenzaré su exposición atendiendo al orden cronológico desde el más lejano en el tiempo en que sucedió, hasta el más próximo.

11 de abril de 1939. Hacía diez días había terminado la Guerra Civil española. Toda mi familia, más las de las dos hermanas de mi madre, y de los dos años y medio que llevamos exiliados por diferentes puntos del Valle de los Pedroches, desde primeros de diciembre de 1937 nos hallábamos residiendo en un cortijo conocido por "Don Elías Cabrera", enclavado en la comarca de La Jara, término municipal de Pedroche, en el cual se había constituido una "Colectividad de Trabajadores", formada por unos cuarenta hombres, todos ellos con sus familias, en la misma situación que nosotros, o sea también exiliados y procedentes de varios pueblos de las provincia de Córdoba y de Sevilla. La terminación de la guerra, exigía que cada familia abandonara el lugar de donde nos encontrábamos, y toda la mía indicada al principio, y el mencionado día, las mujeres y los niños menores tomaron un tren de vía estrecha en un apeadero que estaba cerca de donde residíamos, con destino a Peñarroya y de allí hasta una estación distante de mi pueblo unos diez kilómetros, y el único hombre, marido de la hermana mayor de mi madre y los tres niños mayores, juntamente con varias cabras, tres caballerías mas un carro que alquilamos, tomábamos el camino hacía mi pueblo, distante unos 50 kilómetros.

Unos dos kilómetros antes de llegar a Pozoblanco, el carro metiendo la rueda derecha en la cuneta quedó tumbado sobre el terraplén. Ayudados por varios hombres de los bastantes que con dirección a sus respectivos pueblos circulaban, se consiguió poner el carro en posición normal y continuamos la marcha. La noche nos alcanzó en plena sierra de La Chimorra, precisamente donde había estado el frente de guerra durante todo el tiempo que nosotros habíamos permanecido exiliados. A varios lados de la carretera había grandes cantidades de munición, granadas de mano, y armamento desde fusiles, ametralladoras, morteros e incluso cañones de artillería, la mayoría emplazados en sus respectivos asentamientos y que ante la proximidad de los fascistas como se les llamaba al Ejército Nacional, los rojos en su desbandada lo habían dejado abandonado. En un cortijo medio derruido hicimos noche.

11 de abril de 1946. Cinco de la tarde. Un grupo de unos doscientos "quintos", mandados por un Teniente, y varios soldados, todos de artillería, nos llevaban desde la Caja de Recluta hasta la estación de Córdoba, donde habíamos de tomar el tren con destino a Sevilla. Durante el trayecto entre la salida y la estación, nos cayó una fuerte tormenta que nos pusimos todos chorreando. A la misma hora, aquella u otra tormenta parecida, mataba a un vecino de mi pueblo que hallándose trabajando en el campo con una yunta de mulas, se cobijó bajo una encina, para resguarde del agua, siendo fulminado por un rayo que cayó sobre el mismo. La noticia de este fallecimiento la tuve yo cuando recibí la primera carta de mis padres una vez ya en mi destino.

El viaje desde Córdoba hasta Sevilla, se prolongó siete horas.

11 de abril de 1950. Sobre las nueve de la mañana, llevando consigo la misma maleta que portaba en el enunciado anterior, salía de mi pueblo para la capital cordobesa, donde una vez en la misma y verificada la presentación, en unión de unos cien mas, en la Comandancia de la Guardia Civil de dicha ciudad, nos pasaportaron para dirigirnos a Úbeda donde en la Academia que existía en la misma, cursaríamos el correspondiente curso de capacitación para Guardias civiles. En la capital cordobesa tomaríamos el tren correspondiente.

Quienes hayáis leído hasta aquí, la presente entrada en este blog, estaréis un tanto extrañados al daros cuenta de que los anteriores relatos están todos inconclusos. No ha sido un olvido, sino hecho adrede. El motivo, que los tres viajes iniciados un 11 de abril, terminaron al siguiente día 12. Como suele decirse, la solución mañana.

En consecuencia, hasta mañana.

domingo, 10 de abril de 2011

Algunas efemérides del mes de abril


Creo haberlo, cuando menos comentado en mas de una ocasión, y quizá también escrito, que en el mes de abril es cuando más casos se han sucedido, bien a mi propia persona o en mi entorno personal más próximo, y todos ellos por supuesto, con la entidad suficiente para ser recordados. Unos de feliz recuerdo; otros todo lo contrario; los demás, cuando menos para tenerlos presentes cuando llega su momento, por su propia trascendencia. Dos de ellos, ya han sido reflejados en sendas entradas en este blog.

Hoy para demostrar cuanto dejo expuesto anteriormente, citaré algunas, aunque dos de ellas como se verá no se cumple hoy su efemérides, pero no por ello deje de sobrarles motivo para ser tenidas en cuenta. Vamos a ello:

Día 3 de abril de 1958, nacía mi segundo hijo, Venía a este mundo a las dos de la madrugada de un Jueves Santo. No nació en plena calle de verdadero milagro. Mi mujer, como buena Toledo en primer lugar, fiel devota de la que en Málaga se conoce como "La Expiración", y que desde que cuando menos yo estoy en Málaga, tiene su salida a las doce de la noche del Miércoles Santo, me estuvo dando la tabarra de que la llevara a ver la salida de su procesión favorita. A las doce y media de aquella noche salía a toda pastilla en busca de la Comadrona que la atendió en el parto en nuestra propia casa. A las dos de la madruga mi segundo hijo estaba entre todos los mortales.

El día 3 de abril, pero de 1982, el descrito anteriormente, contraía matrimonio en Zaragoza. No es que fuera un niño, pero ha sido el mas precoz en casarse de los tres hijos. La boda, como suele decirse celebrada por todo lo alto. La novia el eje central del acontecimiento y luciendo sus mejores galas. El novio, mi hijo vistiendo el traje de gala de Teniente de Infantería. Mi mujer madrina por primera vez y como siempre tan acertada en elegir traje. La única pega que pudiera darse al acontecimiento es que debido a la distancia, solo dos hermanos míos residentes en Barcelona acompañados por sus respectivos cónyuges, fueron los únicos familiares más allegados que pudieron asistir al mismo.

5 de abril de 1986, cuatro años después, más uno que le superaba en edad, contraía matrimonio mi hijo mayor, esta vez si mas cerca, dado que se casó en Marbella. La novia y como no iba a ser menos el centro de atención y que como toda mujer en tales casos su vestido de novia es uno de los elementos principales del acto. El novio, mi hijo, en este caso su uniforme de gala como Capitán de la Guardia Civil. Mi mujer otro de los grandiosos días para ella, por segunda vez llevando a un hijo suyo ante los altares, y como modista de alta costura que era, la elección de su traje de madrina en nada desmerecía del de los novios. Su celebración a la misma altura de la anterior y esta vez acompañados por mas familiares y amigos de de los contrayentes y sus familias.

Pasados veintinueve y veinticinco años, respectivamente de aquellos acontecimientos, con dos hijos cada matrimonio, daría incluso mi propia vida porque aquella madrina pudiera contemplarlos tal siguen hoy.

Otro acontecimiento, pero este más triste. Hoy 10 de abril se cumplen 40 años del fallecimiento de mi suegra. De los siete que componían la familia, el matrimonio y cinco hijos, era la primera que fallecía. De los cinco hijos, el mayor era cuatro años menor que yo. Desde hace unos cinco años, ninguno de la familia queda en este mundo. Descanse en paz toda la familia.

10 de abril de 1997. Hoy cumple 14 años, el último de mis nietos. Su abuela ni siquiera llegó a conocerlo, nació dos meses y una semana después de su fallecimiento.

Para mí este acontecimiento supuso, dos reacciones totalmente opuestas la una a la otra. Yo me encontraba en casa de mi segundo hijo, en Aguadulce, barriada de Roquetas de Mar en la provincia de Almería, donde me habían llevado hacía un mes convaleciente de la operación de corazón a que fui sometido, como consecuencia del infarto sufrido el mismo día en que falleció mi mujer. Al día siguiente de recibir la noticia del nacimiento de mi nieto y como no, la alegría de saber como suele decirse, tanto la madre como el recién nacido se encontraban en perfecto estado, en mis diarios paseos matutinos que realizaba por la barriada, en su parte mas oriental y cerca de un pequeño edificio que creo estaba destinado a consultas médicas, había un pequeño jardín y en el mismo instalados unos cuantos bancos, donde en el más recóndito a la vista de cualquier viandante, era el mudo testigo de mis habituales lloros por la pérdida de mi esposa, aquella mañana, trayendo al recuerdo del nieto recién llegado, con la abuela que unos dos meses hacía que para siempre se había marchado, me ocasionó tal decaimiento en mi estado de ánimo, que pese a mi condición de ser de lágrima fácil era tan profunda mi pena que parecía nunca iba a poder cesar en el llanto que me embargaba. No menos de dos horas me pase en aquel estado, en el que haciendo un esfuerzo ímprobo por controlar mi estado, por fin conseguí ponerme en camino hacia el domicilio de mi hijo y que una veces él y otras mi nuera, procedían a curarme las heridas físicas que todavía tenía como consecuencia de la operación quirúrgica. Éstas, no tardaron en sanar, las del alma, su cicatrización final, solo lo serán el día en que aquella madrina de las bodas de sus hijos, y el padrino de la boda de su hija, vuelvan a estar juntos por toda la eternidad.

Hasta la próxima entrada que tratándose del mes de abril, pocos días tengo libres sin un recuerdo que traer a la memoria.

sábado, 9 de abril de 2011

Te lo voy a contar


A una mera insinuación hecha en mi anterior entrada en este blog, por la amable y simpática paisana Carmen, que para mayor abundamiento en agradecérselo, tiene la osadía de hacerlo en todas mis entradas y en las que siempre deja su impronta de cuanto a ella le parece u observa en ellas, digo, para mí, su mera insinuación es una orden y paso a sacar de sus dudas, el cómo y el porqué de plasmar en en este humilde blog, parte de mis muchos recuerdos de mi tan larga vida, la mayoría al cumplirse las efemérides de sus acaecimientos. Sin mas disquisiciones y para no aburrirte con mis explicaciones, estimada Carmen, todo ello lo tengo guardado en mi memoria, y rogando, no quiero que pueda tomarse como una "fanfarronada", jamás hice de cuanto vengo escribiendo anotación alguna ni tuve a mi servicio lo que para dichos fines suele utilizarse, como es una agenda. Mis propios hijos, y permíteme me regodee por ello, en muchas ocasiones me preguntan como puedo tener en la memoria, incluso cuestiones que sucedieron hace muchísimos años y en ocasiones de escasa importancia.

De solo un hecho, del que tengo una fotografía y que precisamente hasta ahora no he llevado a este mi blog, anoté al dorso de la misma la fecha, y a su vez el motivo de aquel acontecimiento, que entre los aficionados y en comentarios de tertulia lo considerábamos un hecho histórico y que fue el partido de fútbol celebrado en el Campo de la Rosaleda el día 15 de marzo de 1953, entre el C.D. Málaga y el Real Madrid y cuyo resultado final fue de Málaga 6-Real Madrid O. Tan histórico fue el resultado, que pasados mas de 58 años no se ha vuelto a dar otro igual y mucho habrán de cambiar las cosas para que vuelva a darse.

No ha tenido esta entrada extraordinaria, otro fin que como cito anteriormente, el resolver la duda que sobre donde pudiera tener archivados mis recuerdos, tiene mi asidua lectora y paisana Carmen y si con lo expuesto he conseguido mi propósito, por doble satisfecho me doy y no quiero terminar, sin reiterarle mi agradecimiento por lo que supongo será de sacrificio que una persona que no lo es de mi entorno familiar próximo, e incluso a la que ni siquiera tengo el honor de conocer, se esfuerce en perder un rato para leer todas mis entradas.

Hasta la próxima.

miércoles, 6 de abril de 2011

Y pensar que ya han pasado sesenta y cinco años...


Aquel 6 de abril de 1946 que lejos se va quedando. Aún no había salido siquiera el sol de aquella lejana mañana del 6 de abril indicado, en unión de catorce o quince "quintos", salíamos de mi pueblo, a patita por cierto, para trasladarnos hasta la Estación, que aún denominánose "El Vacar-Villaharta", distaba de este mi pueblo unos 10 kilómetros, y donde habíamos de tomar un tren especial que habría de llevarnos hasta Córdoba capital, a fin de verificar nuestra presentación en la Caja de Recluta de dicha ciudad y donde nos destinarían a los distintos regimientos o cuerpos del Ejército. Desde Villaharta hasta la estación, las maletas hubimos de transportarlas en algunas caballerías puestas por algunos familiares de alguno de los "quintos". Este detalle, dice a las claras la situación tan precaria por la que atravesaba todo el país. En los vagones que componían el convoy, algunos de los utilizados para el transporte de ganado iban todos abarrotados, dado el caso de que nosotros lo tomábamos en la penúltima estación del recorrido.

Al tomar hoy como el motivo de mi entrada en este blog, dicha efemérides, lo primero que me viene al sentimiento es el recuerdo de mis padres. Aquel fuerte abrazo de mi madre, que anegados sus ojos en lágrimas parecía no querer soltarse de mí, sin que el sentimiento de mi alejamiento de ella por primera vez y como el primero de sus hijos que lo hacía, fuera siquiera capaz de articular palabra alguna, y pese al tiempo transcurrido, siento en este mismo instante el mismo encogimiento del ánimo que entonces me produjo. En cuanto a mi padre, también de lágrima fácil, tengo en el recuerdo tan fresco como si en este momento me lo hubiera dicho y que fue el consejo literal siguiente: "Pórtate como siempre lo has hecho". Hoy valoro su consejo con mayor sentimiento que en su momento lo hice, y tras haber pasado sesenta y cinco años de su pronunciamiento y mas de cincuenta y dos de su fallecimiento, vaya para él mi mas cariñoso agradecimiento, por el concepto que entonces y siempre tuvo de mí.

En cuanto a otros sentimientos míos particulares, a la par que iba dejando atrás la presencia física de mis padres y hermanos, millones de pensamientos vagaban por mi mente y todo ello cual o en que podría derivar el inicio próximo de una nueva forma de vida, para un futuro inmediato, a medio o largo plazo. Era totalmente consciente de que cuando menos en algo habría de tener influencia en cambiar el modo y forma de vida, en cuanto a la que dejaba atrás y aunque hubieron de pasar algunos años, finalmente así sucedió y como no, doy gracias a Dios, por lo que tan beneficiosa lo fue. Los motivos y causas para ello, se precisarían muchas páginas para enumerarlas. Pero, la mayor diferencia de aquel 6 de abril de 1946 al 6 de abril de 2011, es la de que entonces, mis pensamientos se encaminaban todos a cuál sería mi futuro, hoy, a todo cuanto ha sido mi pasado. También a cuantos seres queridos faltan de aquellos, pero no más de los que después han venido y hoy gracias a Dios lo siguen estando. Desde entonces sobre mis espaldas pesan 65 años más y vaya que se nota.

Hasta la próxima.

viernes, 1 de abril de 2011

1 de abril. Quincuagésimo quinto aniversario


Hoy 1º de Abril se cumplen CINCUENTA Y CINCO años de mi matrimonio.

Si en la vida de un hombre, y en este caso lo expreso así, debido a que me estoy refiriendo a mí concretamente, y sobre todo cuando de esto hace medio siglo y un quinquenio en que sucedió, el matrimonio marcaba un hito, no un hito cualquiera, sino el que sin lugar a dudas comenzaba a contarse el antes y el después de toda su existencia, en el mío particularmente, ha supuesto el hecho MAS IMPORTANTE de todo mi devenir por la vida. Aquel 1º de abril de 1956 lo que hasta entonces había sido mi caminar por este mundo, tomaba un cambio tan radical en todos sus aspectos, solo que podría comparársele a lo que en su consecuencia trajo de beneficioso en lo que en aquellos momentos suponía mi propia persona y toda la deriva que como consecuencia de aquella unión allegaron a lo que en términos generales podríamos catalogarlo como FELICIDAD PLENA.

El acto en sí del matrimonio no se quedaba solamente en los protocolarios actos de la boda, convite, fotografías y etc. etc. etc. Incluso en lo que hoy resulta un dato tan extraño como sería el irte a la cama con la novia y doy fe de ello por propia experiencia, comenzaba a partir después de todos aquellos trámites, que aunque hoy pudieran parecer casi imprescindibles, nos venían impuestos desde posiblemente siglos atrás, pero sin duda por esa tradición que tan arraigada estaba, poca oposición solía ponerse a su cumplimiento. La vida en común entre los contrayentes, igualmente comenzaba en la inmensa mayoría de los casos a partir del siguiente día a la de la celebración de la boda. El viaje de novios, aunque, como en mi propio caso pudiera considerarse como de cercanías, era lo que verdaderamente era eso "viaje de novios". Antes de ello, jamás, salvo excepcionales casos, se hacía un viaje con la novia en libre albedrío, a lo que, no importe el que a mí pueda parecerme mal o bien, hoy el viaje de novios, esté precedido de uno, cinco, o sabe Dios cuantos antes, del que opten por llamarlo como tal. Conformémonos cada cual con la época en que le ha tocado vivir y pasar por éste u otros aconteceres.

Yo, y pasado más de medio siglo, hoy no cambiaría el cómo y el cuándo de aquel sucedido, del que siempre lo consideré y lo siga, considerando como uno de los IMPORTANTÍSIMOS de mi vida. Cierro los ojos, y rebobinando hacia atrás el paso del tiempo, vuelve a mi el recuerdo la contemplación de aquellos hermosísimos ojos que su brillo dejaban entrever la ilusión y emoción del momento, y también, la esperanza de un futuro, que por ventura se estuvo cumpliendo hasta, que como en el momento del acto de la boda, el sacerdote celebrante pedía no se deshiciera aquel matrimonio, sino, hasta que como así sucedió, la muerte os separe. Solo su recuerdo continúa alimentando la dicha de seguir viviendo, a la par de que también élla, tengo la seguridad se llevó consigo el mismo sentimiento.

Hasta la próxima.